Por Leonor Cabrera ( @leonor_cabrera ) – Viventi Desarrollo Personal y Profesional
Si estás emprendiendo o ya lo has hecho es muy posible que hayas pasado esa travesía del desierto al emprender de la que hablo en el título. Es ese primer año, incluso esos dos primeros años, en los que los clientes no llegan por mucho que te esfuerces en dar tu mejor cara. Abres tu puertas y por mucho que deseas que alguien contrate tus servicios, parece que todos los clientes eligen a la competencia.
La euforia de los comienzos da paso a la cruda realidad y es muy posible que incluso comiencen a aparecer las dudas. “¿De verdad esta idea que veía hace un mes tan rentable me puede dar de vivir?”, es posible que te preguntes. Y de repente, tras el optimismo del arranque, se produce una especie de apatía, de preguntarte “¿podré hacer realidad mi sueño?”. ¡Bienvenido a la travesía del desierto al emprender!
Lo sé porque lo he vivido. Yo comencé a montar mi empresa en verano de 2012 y, desde entonces, he pasado varias veces por esa fase de travesía del desierto al emprender en la que en apariencia no hay ningún vergel en el que descansar. En esos momentos ha sido fundamental la gestión de las emociones, no me cabe la menor duda, porque de lo contrario hubiera tirado la toalla y no hubiera llegado a sentir la rentabilidad emocional que da tener tu propia empresa.
¿Cómo hacer para que la travesía por el desierto al emprender no sea tan dura?
1.- Ten objetivos claros y bien definidos. El objetivo es el lugar al que queremos llegar. Si no tenemos ese lugar bien definido, es imposible llegar a él. Por mi experiencia en los talleres para emprendedores que impartimos desde Viventi hay muchos emprendedores que no saben lo que quieren y, por ejemplo, les cuesta mucho trabajo reconocer que quieren ganar dinero con el proyecto que están montando. ¿Si no quieres vivir de ello, para qué lo haces? Está claro que queremos realizarnos pero, ¿es posible realizarse sin tener las necesidades básicas cubiertas como cuenta Pirámide de Maslow? Sabiendo cuál es el lugar al que te diriges, es mucho más fácil cruzar un desierto, y dos y tres si es necesario.
2.- Ese objetivo debe estar alineado con tus valores, con lo que te gusta y con lo que se te da bien. Si no es así, el objetivo dejará de tener interés para ti. Y, al hacer aquello en lo que eres un crack, será mucho más sencillo que tus clientes te busquen para trabajar contigo porque estarás alineado con quien eres.
3.- Mucha flexibilidad. Tu idea inicial puede ser muy buena pero si no funciona, busca otra manera de conseguir ese objetivo que te has marcado. Y si vuelve a no funcionar pues vuelve a inventarte otra alternativa. Así una vez, otra y si hace falta cien veces más. Cuando replantear el horizonte de tu empresa cuando sea necesario es crucial para la supervivencia y el éxito.
4.- Pon en marcha la imaginación. Y cuando hablo de imaginación me refiero a, simplemente, ver la realidad desde otro ángulo. ¿Has entrado alguna vez en tu empresa como si fueras un cliente? ¿Has mirado tu web desde los ojos de tu lector? ¿Qué cambios harías? Ahí ya estás imaginando.
5.- Honestidad. Cuando hablo de honestidad me refiero a no tirar balones fuera. No me vale que me digas que ya has hecho todo lo que podías por tu empresa. Siempre se puede hacer algo más. Probar algo nuevo, un cambio de enfoque, de rumbo. Lo que sea. Buscar la opción de eso que aún se puede hacer es una manera de ser honesto con uno mismo.
6.- Prueba y error. Quien no prueba, no se equivoca, pero tampoco descubre caminos nuevos. Prueba y equivócate tantas veces como sea necesario. Sólo así se aprende y se llega al objetivo del que hablábamos al principio.
Estas son las estrategias que yo uso y recomiendo a mis clientes para que pasen esa travesía del desierto al emprender. ¿Cómo la has superado tú? ¿Qué te ha servido? Cuéntanoslo aquí abajo, en los comentarios.
