Por José Miguel Balcera Barrero @JMBBRDT
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La cultura se posiciona como un pilar básico de cualquier sistema turístico, un aspecto que incide de manera directa en el nivel de autenticidad del destino.
A lo largo de la historia del turismo, el destino turístico ha ido evolucionando en paralelo a su desarrollo cultural, produciéndose una progresiva simbiosis entre los valores culturales de la oferta y la demanda. Podemos afirmar que la cultura se posiciona como el principal elemento que define la identidad territorial turística, a través de un conjunto de valores y modos de vida que definen la esencia, la caracterización y la razón de ser del destino.
No obstante, la identidad cultural tiene que seguir una serie de premisas básicas que aseguren y proyecten su sostenibilidad cultural, siendo el punto álgido de esa identidad su carácter intrínseco a la hora de presentar su escaparate de oferta.
Desarrollo turístico sostenible
El respeto al medio en que vivimos es el principal aspecto a tener en cuenta a la hora de apostar por el turismo como motor de desarrollo económico. La necesidad de preservar el espacio donde vivimos para que futuras generaciones puedan continuar disfrutándolo, requiere de una necesaria concienciación sobre la minimización del impacto de la oferta sobre el medio ambiente.
Cualquier servicio que dinamice y ayude al desarrollo cultural del destino turístico tiene que estar comprometido con un turismo y desarrollo sostenible, donde la ética y la moral tienen que estar presentes en todo momento como fieles valores añadidos.
No obstante, debemos extrapolar el concepto de desarrollo sostenible a todos los ámbitos del territorio para alcanzar una sostenibilidad global, desde el educativo, el económico, el productivo, hasta la seguridad en los sistemas de producción, entre otros aspectos.
Valoración de la diversidad étnica del destino
Con llegada del siglo XXI, la importancia e influencia de los flujos migratorios propicia una tendencia creciente en los desplazamientos y visitas internacionales a multitud de destinos turísticos. La motivación puede ser diversa, desde aspectos laborales, académicos o la visita al entorno familiar.
En estos núcleos receptores coinciden en numerosas ocasiones un ir y venir de etnias, una excelente oportunidad para aprender y apreciar el valor de lo diferente, de lo auténtico. El respeto a este crisol de culturas se convierte en la principal acción para alcanzar un objetivo: apostar por la cultura del destino como elemento diferenciador.
Reconocimiento e inmersión en el patrimonio cultural inmaterial del destino
Cada rincón de nuestro planeta alberga mil y una curiosidades, historias, costumbres y tradiciones que definen su esencia, su magia y su singularidad.
La cultura de un enclave se compone en gran medida por ese conjunto de hábitos, modos de vida y patrones de conducta que definen al territorio, un sistema perfectamente conectado que muestra un aspecto de vital importancia a la hora de valorar la cultura: no tratar de ser diferentes, sino únicos.
Por otro lado, el desarrollo del turismo ha estado marcado desde su comienzo por su dimensión material, aunque en las últimas décadas estamos asistiendo a una clara evolución hacia lo experiencial y emocional.
La necesidad de poder albergar en la retina momentos inolvidables durante la visita y a posteriori de la misma, propicia por parte del turista una creciente y dinámica inmersión en la cultura del lugar, en sus costumbres, en sus tradiciones, para pasar a ser un autóctono más durante la visita, no un simple visitante.
¿De qué sirve potenciar la inmersión cultural en un destino si el visitante no puede conseguir sentirse como parte de la misma? Este aspecto está cada vez más presente los planes de desarrollo turístico de todo el mundo.
Nos encontramos ante una clara apuesta por el turismo experiencial a través de la generación de emociones únicas e irrepetibles, que marquen un antes y un después en el incesante y enriquecedor desarrollo de la cultura viajera.
Adaptación a las nuevas tendencias de desarrollo turístico cultural
El lema innovar o morir se hace cada vez latente en los destinos emergentes que quieren estar a la vanguardia en progreso turístico. Cada vez son más las nuevas tendencias y tipologías que dirigen el timón de mando de la actividad turística a escala mundial.
Desde el turismo naranja, donde la creatividad y la cultura se fusionan para crear experiencias únicas, pasando por otras tipologías emergentes como el turismo del silencio, donde la exaltación a los sentidos ayuda a alcanzar el descanso perfecto.
Además, los nuevos segmentos de demanda que se asoman al mercado turístico como los turistas jóvenes-millennials, el turista cosmopolita o el turista bleisure, entre otros, definen una nueva manera de hacer turismo y de conocer de manera diferente, única y emocionante nuestro pequeño gran mundo.
Por otro lado, la adaptación a las nuevas tecnologías resulta cada vez más necesaria para disfrutar de una manera complementaria, aunque directa y sencilla, de la cultura autóctona del destino seleccionado para la visita. No olvidemos establecer así mismo una necesaria desconexión digital cuando sea necesario, para vivir con la máxima intensidad la increíble sensación que proporciona el enriquecimiento cultural.
La cultura gira sobre un eje concreto, el ser humano, principal actor que condiciona su adecuado desarrollo, necesariamente orientado a la equidad, la globalización, y a la no distinción por motivos de raza, orientación y/o creencias.
Andalucía Lab apuesta por la cultura como factor determinante a la hora de perfilar la estrategia competitiva de cualquier destino turístico. Sin cultura no existe identidad, sin identidad no existen valores, principales elementos que moldean la razón de ser del destino en su conjunto.
Y tú, ¿Apuestas por la sostenibilidad cultural?